Volar con niños: una guía de supervivencia
El año pasado, pocos días después del primer cumpleaños de mi hijo, viajamos junto a su padre a EEUU a visitar a mi hermana mayor. El viaje suponía un vuelo de 12 horas, una escala con una conexión internacional, otro vuelo más corto y un viaje largo en auto, lo cual suena como mucho, pero estábamos emocionados y llenos de ingenua esperanza, con el tipo de entusiasmo por la vida que tienen solo los padres primerizos y los cocainómanos.
El problema fue que mientras que nosotros pensábamos que estábamos subiéndonos a un avión y viajando a otro país con nuestro hijo, lo que de hecho estábamos haciendo era recreando la película The Quiet Place y cuanto más fuerte gritaba nuestro hijo más riesgo corríamos de ser asesinados por otro pasajero.
Resulta que viajar con niños no es sencillo. Por eso quiero compartirles los trucos y consejos que aprendí en mi vasta experiencia de haber viajado con mi hijo una vez:
Que la comida sea divertida
Cuando armé las valijas para el viaje, empaqué suficientes meriendas, comidas, jugos y cajitas de leche como para que mi hijo se embarcara en una peregrinación de dos meses a pie. Tanto es así, que cuando llegamos a la aduana el oficial pensó que éramos inmigrantes ilegales viajando a EEUU para abrir un negocio ilegal de leche vainillada y nos dio dos opciones: la opción uno era abrir todas las cajitas y analizarlas -y por ende arruinarlas y dejarnos sin nada para el viaje-, o la opción dos era cachear a uno de nosotros, lo cual no tiene ningún sentido y es por eso que existe el #meetoo.
Mi pobre novio se ofreció como voluntario para el cacheo, y el oficial nos dejó pasar con nuestra comida y las 42 cajitas de leche, y menos mal, porque mi hijo se tomó una y media. Sí, resulta que los niños en los aviones no están interesados en mantener su ingesta de calorías tanto como lo están en encontrar a los demás niños en el avión y coordinar telepáticamente a qué hora ponerse a llorar todos a la vez.
Mi consejo es: lleven comida para sus hijos que sea más divertida que nutritiva. Piensen en papitas, galletitas, alfajores, comida rápida, M&Ms, drogas (pero no duras, somos buenos padres); cualquier cosa que los mantenga entretenidos por más de dos minutos para que ustedes puedan respirar. Y si están pensando “en realidad, a mí no me divierte comer”, pues bien por ustedes personas sanas que no se comen sus sentimientos, no las envidio para nada.
Llevar ropa extra en el bolso de mano
Anticipándome a posibles accidentes de comida o de baño, empaqué varias mudas de ropa para mi hijo en el bolso de mano. Pero por alguna razón no incluí medias. Pensé que si pasaba una catástrofe en la que mi hijo tuviera caca hasta las medias, sería más fácil aterrizar el avión.
Y unos 10 minutos después de despegar, mi hijo apretó el jugo de fruta que estaba tomando y se ensució todas las medias. Y nada más. Sólo las medias; la única prenda que no tenía de repuesto. Y eso es la Ley de Murphy: la tostada siempre va a caerte arriba de las medias.
Mi consejo es: lo que sea que su cerebro les diga que no lleven porque "¿cuáles son las posibilidades de que necesite otro de esos?", lleven dos. Y si no tienen, resulta que el aire de mentira que usan en los aviones para mantener la cabina presurizada y deshidratar tus órganos internos para que pagues 9 dólares por un agua es super efectivo para secar las medias de tu hijo que lavaste en la pileta del baño.
Preparate para un viaje duro
En un intento por mantener a mi hijo entretenido durante el vuelo, me subí al avión armada con todo tipo de juguetes y libros, y un iPad lleno con suficientes películas y videos para que pudiera mirar hasta que cumpliera los 15.
Pero bastante temprano en el vuelo aprendí que no importa lo que hagas, los niños van a estar molestos. Porque van a estar cansados, aburridos e incómodos, y atrapados en un avión durante 12 horas en un asiento diseñado para que todos los humanos del mundo estén incómodos a menos que sean un gato.
Es normal, porque además, vos te vas a sentir igual. Excepto que vos sos un adulto, por lo que tu odio está contenido en una jaula de vergüenza y autocontrol que te impide sentarte en el piso a llorar cuando accidentalmente fuiste al baño en el momento equivocado y ahora estás atrapado atrás del carrito de comida hace 20 minutos.
Y si el estrés de tratar de mantener felices a tus hijos no fuera suficiente, también te va a preocupar molestar a todos los demás pasajeros del avión. No vale la pena. Las personas en el avión que son padres van a sentir simpatía por vos, y las personas sin hijos te van a maldecir a vos y a tus descendientes; pero eso ya lo hicieron en el momento en que te vieron subir al avión y se decepcionaron de ver que tenés un montón de hijos y no un montón de víboras asesinas.
Mi consejo es: respiren y concéntrense en sobrevivir el vuelo. Y si llegan a destino con 50% de su cordura y en lo posible con el 100% de sus hijos, ya ganaron.
Bon Voyage! (Eso es “tendríamos que haber dejado a los nenes con la abuela” en francés).